La Plaza Mayor de Valladolid estalla de emoción en el recuerdo a las víctimas del COVID-19

El homenaje para recordar a los muertos por el coronavirus ha sido también un acto para reconocer la labor que han desempeñado numerosos profesionales que han estado en primera línea contra el coronavirus. La Plaza Mayor de Valladolid se ha convertido en el escenario del duelo público que ha organizado el Ayuntamiento de Valladolid como la administración más representativa de la ciudadanía.

La unidad que promueve el Ayuntamiento se ha evidenciado durante el discurso del alcalde de Valladolid, Óscar Puente, porque ha estado acompañado por los portavoces de los grupos municipales: Pedro Herrero (PSOE), María de Diego (PP), Martín Fernández Antolín (Cs), María Sánchez (VTLP) y Javier García Bartolomé (Vox).

Las víctimas y los cuidadores y los profesionales que han trabajado durante el estado de alarma han sido el centro de la ceremonia. 250 invitados en representación de instituciones, entidades, asociaciones y colectivos de la ciudad también se han unido en el ágora de Valladolid.

Discurso del alcalde de Valladolid

«En 1918, hace ahora algo más de un siglo, una pandemia asoló el mundo. Se trataba de la denominada, absurda e injustificadamente, gripe española. Desde entonces hasta hoy, había transcurrido el tiempo suficiente para que, a pesar de su gravedad, aquel acontecimiento cayese en el olvido. Durante este tiempo, el mundo ha sufrido guerras, ha conocido la nueva lacra del terrorismo, no se ha librado de la injusticia, del hambre o de la desigualdad, pero no había vuelto a vivir una pandemia de la gravedad y consecuencias trágicas de esta. Al igual que en la de 1918, las cifras de afectados y víctimas mortales de la denominada Covid-19 no ofrecen una foto exacta de su magnitud. Se habla de que la gripe española causó en 1918 entre 20 y 40 millones de muertes en todo el mundo, un margen escandalosamente amplio. Los modernos sistemas de acopio y difusión de datos de los que hoy disponemos, hablan de una cifra de casos confirmados en todo el mundo a día de hoy de 14.500.000 de personas, 260.000 de ellas en España, y de 607.000 víctimas mortales en todo el mundo, 28.420 en nuestro país. Estas cifras, son, indudablemente un mínimo, pues se trata de afectados y fallecidos a los que se les ha podido realizar una prueba diagnóstica de la enfermedad, por lo que, al igual que respecto de la pandemia de 1918, el número de afectados y fallecidos reales puede ser perfectamente el doble. El mismo margen, 100 años después.

Es obligado, por tanto, referirme en primer lugar a quienes han perdido la vida como consecuencia de esta crisis. El primer fallecido en España por Covid -19 data del 13 de febrero de este año, en un caso detectado al analizar a los fallecidos por neumonía de origen desconocido. La primera fallecida en Valladolid por esta enfermedad fue una mujer de 85 años la mañana del 18 de marzo El último fallecido en un hospital de Valladolid del que se tenga constancia tuvo lugar el 30 de junio. A falta de datos por municipios, son 394 personas las fallecidas en hospitales en la provincia de Valladolid durante este periodo. A ellas han de sumarse las 425 en residencias de mayores con test confirmado o con síntomas compatibles con la enfermedad, y las que murieron en su propio domicilio, aunque de estos no haya datos oficiales. En total al menos 800 personas han perdido la vida en nuestra provincia como consecuencia de la pandemia COVID-19. Les invito a guardar por todas ellas un minuto de silencio.

Más allá de lo que expresan los fríos y trágicos números, cada una de las víctimas tenía nombre y apellidos, una trayectoria vital, ilusiones por cumplir, amigos y vecinos con los que se relacionaban y, sobre todo, una familia con la que compartían su existencia. Y a esas familias, rotas por el dolor, queremos, también, trasladar hoy nuestras condolencias y consuelo ante su aflicción, porque la pérdida de un ser querido supone, sin duda, la experiencia más dura a la que cualquier persona puede enfrentarse.

Y esa situación, penosa siempre, se ha visto especialmente agravada en la etapa de alarma sanitaria y de confinamiento por la que hemos atravesado, en la que los familiares, en muchos casos, no han podido acompañar a sus seres queridos en su enfermedad y en sus últimos momentos. Tampoco han podido realizar los ritos funerarios de despedida como hubiera sido habitual en condiciones normales, al haberse limitado el número de asistentes a los sepelios, al no poder compartir esos tristes momentos con otros miembros de la familia, al tener que renunciar a abrazar a las pocas personas que tenían cerca en esos instantes… en definitiva, al haber estado privados de los usos que ayudan a afrontar el duelo en circunstancias menos dolorosas.

Y es de justicia hacer una especial mención a nuestros ancianos, porque el coronavirus ha sido especialmente cruel con las personas mayores.

He de confesar que no me resulta fácil abordar esta cuestión, porque, como supongo que ocurre a la totalidad de los presentes, me embarga una enorme tristeza por tantos mayores que se nos han ido, a la par que me invade una mezcla de impotencia, frustración e indignación ante un drama de tal calibre, y, también, porque me consta que entre el auditorio hay quienes han sufrido la pérdida de sus padres o de familiares muy cercanos.

El COVID-19 se ha ensañado con esa admirable generación formada por quienes se sobrepusieron a la tragedia de la guerra y a la larga y gris posguerra, por quienes trabajaron infatigablemente para sacar adelante a sus familias, por quienes trajeron la libertad y la democracia a este país, y por quienes, ya jubilados, se vieron obligados a ayudar a sus hijos a sortear las duras consecuencias generadas por la crisis económica que empezó en 2008. Muchos de esos hombres y mujeres, a pesar de ser duros como solo lo son quienes se han forjado en la adversidad, limitada ya su energía por el paso de los años, no han podido hacer frente a los embates del inclemente coronavirus. Y, desgraciadamente, no pocos acabaron sus días solos, sin el consuelo que les hubieran proporcionado la compañía de los suyos en tan difícil trance. Nuestra generación y las generaciones posteriores han sido las generaciones de los derechos. La suya la de los sacrificios. Incluso en sus últimos días.

La pérdida de tantos y tantos de nuestros mayores supone una tragedia que aún nos cuesta asimilar y que ni podemos ni debemos olvidar.

Como sociedad estamos obligados a reflexionar sobre esa situación y a preguntarnos en qué les fallamos. Y hemos de comprometernos a encontrar la respuesta adecuada que nos permita articular los medios necesarios para que nunca más nuestros mayores se encuentren desvalidos.

Pero si algo de positivo hemos de rescatar de esta terrible crisis del coronavirus es que se ha demostrado que nuestra sociedad es altruista, generosa y responsable con sus obligaciones, lo que ha de llenarnos de orgullo. Podríamos recurrir a múltiples ejemplos que ilustran esa ejemplaridad. Entre ellos, se debe destacar la entrega con la que se han conducido numerosos profesionales, de muy distintos ámbitos, que han estado, desde el primer momento, en la primera línea en la lucha contra la pandemia.

A todos ellos va dirigido el reconocimiento que el Ayuntamiento de Valladolid les expresa con este acto.